martes, 17 de enero de 2017

Iniciativas solidarias: Pequeñas grandes acciones por un mundo mejor.

“Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”.

 

Edmund Burke, filósoso irlandés.

 

Acabo de leer que “en un mundo ideal no deberían existir ONG’s” y es cierto; pero, este no es, ni de cerca, un mundo ideal. Las ONG’s, las fundaciones, las acciones solidarias, las personas ayudando a personas, son resultado de tomar las palabras de Edmund Burke muy en serio.

 

En lo personal, hace años que opté por apoyar iniciativas solidarias pequeñas, manejables, que conociera. 

 

En el último tiempo me he involucrado en pequeñas recaudaciones para propósitos específicos. La proyección de un documental para Proactiva Open Arms. Vender calendarios para una protectora de animales o ayudar a gente que cuida gatos y perros de forma anónima y altruista. 

 

De las que he visto, la acción solidaria que más me ha enternecido es la historia de cómo tres niñas han logrado recaudar un millón de euros haciendo pulseras a favor de la investigación del cáncer infantil. Daniela y Mariona, amigas de Candela -la niña enferma de leucemia-, decidieron vender pulseras en Benicarló para solidarizarse con su amiga. El gesto solidario de las niñas, así como las pulseras, gustaron. Y se vendieron, de tal manera, que lo recaudado asciende a la mitad del total del presupuesto de investigación en oncología del Hospital Sant Joan de Déu.

 

Mi primera experiencia en voluntariado fue la Fundación Santa Clara en Santiago de Chile. Era una pequeña congregación, con muy pocos recursos, dependiente de los Franciscanos. En un recinto tan reducido como digno, las monjas daban alojamiento y cuidaban a niños con sida, también apoyaban a sus familias. Cuando empezaron a hacerlo, los pobres que tenían sida en Chile se morían. Al cabo de un tiempo, cuando los medicamentos estaban relativamente al alcance de los afectados, gracias a las políticas de salud públicas, los enfermos de sida, malvivían y eran discriminados. La situación ha mejorado relativamente. 

 

Me cautivó esa pequeña fundación a la que ayudaban, con muchas ideas y poco dinero, diversas mentes creativas de manera pro bono con su tiempo, experiencia y formaciónabogados, periodistas, economistas. Sé que hoy siguen haciéndolo, cada vez mejor, aunque sé también, que la discriminación permanece. 

 

Me llegó mucho el trabajo que se hacía ahí ese entusiasmo de los voluntarios me contagió y me atrajo mucho más que otras grandes ONG’s cuyas tiendas, por ejemplo, estaban ubicadas en las zonas más caras de Santiago y que pagaban sueldazos a sus ejecutivos, muchos de los cuales, tomaban aquellos trabajos como simples trampolines en sus carreras para saltar después a cargos directivos en multinacionales. 

 

A mi me han aburrido esas tremendas ONG’s, por lo anterior y porque funcionan exactamente como multinacionalesEs usual ser víctima de unas acciones demarketing que, a mi juicio, las desgasta. Tienen atrabajadores que te abordan a pie de calle o te llaman por teléfono casi tan insistentemente como los que te ofrecen tarifas de móvil. Quieren conseguir socios, insistecon promociones y, probablemente, les pagan a comisión. Las remuneraciones de esos trabajadores no se parecen nada a los sueldos que ofrecen a los ejecutivos en linkedin. Usan las mismas vías de difusión o rostros famosos que las grandes compañías. Apoyándolos no quiero fomentar ese tipo de políticas laborales que ahondan en la desigualdadsocial. Me parece absurdoNo diré cuáles son. Las conocemos todos. Tampoco digo que esté mal. Cualquier camino que conduzca a ayudar a otros, a mostrar compasión, a ser solidario, me merece respeto. Pero veo mejores alternativas al alcance de todos, más coherentes y hay opciones que prefiero.

 

Quiero rescatar algunas que he visto nacer y algunas crecer en el último tiempo. Han surgido iniciativas, individuales, pequeñas, grupales que han ido creciendo y que me han llamado la atención. Una, ya podría decirse que es una “ex pequeña” porque ha crecido vertiginosamente, es Proactiva. Nació en medio del caos que generó la guerra civil siria, cuando miles de personas perdían la vida intentando llegar a Europa por mar. OscarCamps, socorrista radicado en Badalona, invirtió sus ahorros y se desplazó con un grupo de compañeros de trabajo a Lesbos, una isla griega situada cerca de Turquía, y empezaron a rescatar refugiados que naufragaban, desde el primer día en que pisaron la playa. No han parado y a poco andar ya eran un grupo respetado por los guardacostas y reconocidas ONG. El resto es historia.

 

Otro grupo de voluntarios catalanes ha impulsado Eko, un espacio que acoge a más de mil refugiados para que no queden limitados a las opciones que les otorga el campo militar de Vasilika, al norte de Grecia, donde están viviendo. He conocido a varias voluntarias que han dedicado sus vacaciones a este generoso proyecto. 

 

La campaña “Casa nostra, casa vostra” es otro ejemplo, de gente ayudando gente. Todo tipo de personas y asociaciones se han unido para acabar con el egoísmo que nuestros gobiernos han demostrado respecto al trato que Europa le da a los refugiados. Se denuncian hechos que no deberían ocurrir, se difunden. Son personas que no se cruzan de brazos ante la injusticia que ha significado la llamada “crisis migratoria”.

 

Andrew Funk, profesor nacido en Texas afincado en Barcelona hace más de 10 años, ha lanzado diversas y singulares campañas en las redes sociales. En 2015 se ofreció para enseñar inglés a los candidatos a Presidente del estado. En esa oportunidad, logró llamar la atención en los medios e incluso hablar con Pablo Iglesias. Supongoque al ver la repercusión que sus acciones han tenido, ha decidido apostar más altoEsta vez le ocupa una iniciativa más ambiciosa y solidaria. Quiere sacar de la calle a gente sin techo. Se ha puesto en contacto conmigo para que le apoye con difusión en su nuevo proyecto. El mismo que le llevó el año pasado a instalarse en la entrada principal del Mobile World Congress 2016, con un cartel que decía que "El móvil puede eliminar el sinhogarismo", cuando pretendía interesar en su proyecto a Mark Zuckerberg. No lo consiguió, pero no se ha frustrado. Funk nos muestra una realidad a la que nos enfrentamos a diario y no miramos a los ojos, él sí. Está embarcado en el proyecto 'Homeless Entrepreneur' y trabaja en pro de la integración social de las personas sin casaY la de él, es otra iniciativa que aplaudo y os invito a apoyar.

 

Mi aportación es ésta, mostrar opciones. Las hay de todo tipo. Cataluña es un terreno fértil para la solidaridad; pero, cualquier lugar es válido para no cruzarse de brazos. 

 

https://twitter.com/PulserasCandela

 

http://fundacionsantaclara.cl/index.php/welcome/historia

 

https://www.facebook.com/Ekommunity/

 

https://www.proactivaopenarms.org/es

 

http://www.verkami.com/projects/16724-the-naked-truth-of-the-street


https://www.casanostracasavostra.cat/qui-som/organitzacio

 

viernes, 6 de enero de 2017

ELLA LO HUBIESE LLAMADO HOTEL VICTORIA

7. Todo a punto. Manteles, velas, regalos, elegantes anfitriones. Claudia había supervisado cada detalle y aún así: nervios. Unos minutos de satisfacción, la sensación de haber hecho los deberes y un breve alivio. 

7 años de tocar puertas, de hacer casi de todo, de mandar currículums. Sin recomendaciones, sin amigos, sin tarjeta sanitaria. Enfermar de pena.

7 días con suero, con oxígeno y sin fuerzas. Claudia le devolvió la mirada a su madre. Quería decirle viviré y no podía. Quería explicarle que de ésta, saldría, y no siendo de certezas, estaba segura: No perderás otro hijo, pensaba.

Poco antes de Navidad, Claudia regresaba a casa de su madre, necesitaba cuidados, apenas podía caminar; pero, mejoraba. Y llegó Ignacio, desde Australia, después de años sin volver, a hacer reír a su hermana. Cada carcajada resentía a sus débiles pulmones y valía la pena. 

7 años después, una puesta en escena impecable y Claudia preocupada, desconfiaba de la asistencia de la gente. Le habían advertido que eran fechas complicadas, tres semanas previas a Navidad, aunque hubiesen magníficos regalos, en un excelente lugar con buena ubicación y deliciosa comida . En el medio se decía que había que invitar tres veces la cantidad de gente que querías lograr… Lo había hecho un montón de veces y no conseguía despejar la incertidumbre. Era su primer acto importante como directora de la revista. 

Se veía todo precioso. Se contaba a si misma el chiste de haber preparado la boda perfecta para su jefe. Un holandés gay que le había dado la oportunidad de su vida. Un hombre brillante que aprendía rápido, tenía buen olfato y sí, haciendo honor al tópico, poseía un gusto exquisito. Dar con un sitio apropiado, un catering a medida, la música perfecta y la atmósfera buscada, era garantía de éxito.  Si estaba bien para él, gustaría. 

Los invitados eran de un tipo específico, pero no podía haber asientos vacíos y había asegurado las bajas con algunos conocidos, como su hermano y su mujer. Miguel Ángel, no llegó, en su lugar vino su hija con una amiga: la periodista. Claudia ya la conocía. Para la amiga de su sobrina, Claudia ya no era invisible, ahora tenía nombre y carrera. Vaya, de pronto era interesante. Su sobrina se desvivía en elogios para su amiga. La imagen se le hacía tan burda como predecible. Se había prometido no caer en vanos halagos y no olvidar, sobre todo no olvidar. Pretendía que le presentara al editor de política, que le pasara el currículum a alguien, tenía ideas para entrevistas. Para su sobrina, Claudia era su tía solterona, aburrida y con malos trabajos. La loser. No era que le hubiese dicho lo que pensaba de ella, era lo que le escuchaba decir de otros. Tampoco era el lugar. Tocaba respirar hondo y no perder de vista los detalles, saludar a la gente por su nombre. Claudia era directora  de revista y su novio médico. Estaba dispuesta a no caer en el patrón de la familia de dividir el mundo entre winners y losers. Ese estilo profundamente establecido y que le recordaba de lo que huía, esa Sudamérica frívola y despreocupada que da la espalda a la Sudamérica que sufre. 

- Vaya, no sabía que tú sabías que yo era periodista.

Sonaba irónico y no le iba a dar cabida al rencor, a la sensatez sí. Las sentó en una mesa y les explicó que no se arriesgaba a recomendar a nadie que no conociera trabajando; menos aún, cuando estaba recién empezando. Al alejarse de la mesa, dispuesta a concentrarse en su propósito: que el lanzamiento fuera perfecto; vio la cara de decepción de su sobrina. 

Claudia era la misma de siempre, sabía los mismos idiomas, tenía la misma carrera y sus opiniones eran parecidas a las que 7 años atrás, cierta facción familiar desacreditaba. No había cambiado, había abrazado el fracaso y la tristeza para reconstruirse. 

Los invitados llegaban con sonrisas cordiales, algunos con gratitud, otros con prepotencia; pero, eran los elegidos y todos recibirían un trato amable. Claudia no abría puertas, ni las cerraba, sólo hacía su trabajo lo mejor posible. Su madre estaría orgullosa viendo el salón tan bellamente dispuesto. Incluso a Ignacio le gustaría todo ese glamour, tan diferente a la vida que él había escogido. Se burlaría, pero lo disfrutaría. Él, el otro hermano loser, el otro solterón sin casa, él mismo que gastó sus ahorros para venir desde Australia a verla cuando estuvo convaleciente. 

Estaba todo perfecto y a Claudia se le caían las lágrimas en el lavabo del hotel. Cuántas veces había estado ahí mismo sólo por entrar a un buen tocador después de haber pateado la calle buscando empleo. Había ido a ese hotel a pedir trabajo, a saludar a su padre y su madrastra de visita en Barcelona… Ese instante no podía alargarse y sus ojos irritados no deberían notarse. Tocaba entrar sonriendo en un mundo de apariencias, perfumes caros, delicatesen… y dejar atrás: escollos y dolor.

Ignacio no iba a estar y debía mostrarse entera. Valeria le había mandado un whastapp y le había pedido un buen momento para llamarla y, pese a que no lo había, hablaron. 

Claudia e Ignacio no se juntarían a medio camino como habían planeado. Había postergado su viaje hasta las vacaciones de la revista, las primeras de contrato indefinido. Estaba en el lado ganador, en el hotel que representaba su triunfo, destrozada. Su madre había perdido otro hijo y aún no lo sabía. Claudia no se lo había dicho a nadie. Después de esa noche mágica y rara, se lo diría. Le explicaría que había cumplido su sueño, vivir cerca del mar, surfeando y enseñando a surfear. Que su ola, de 7 metros de altura, The Right one, se lo había llevado.